Bajo un techo de paraguas muchas personas aguardaron el momento de arrellanarse cómodamente en la butaca de una sala que pronto adquirió aire torero entre drama y ternura.
Y esto, después de sonreír con nuestra “entregada y venenosa madrastra”. Una noche fantástica de cine y cuento. Ya sabéis, mano a mano.
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